29 de agosto de 2007

Absurdo fútbol de un miércoles a las 14 horas

AGENCIA TELAM

Como alguna vez fue mi sueño, después de haber presenciado un partido de fútbol me siento frente a un teclado (claro que, antes, lo imaginaba en una grande y barullosa redacción). A pocos seres humanos en la faz de la tierra se les puede ocurrir que un partido oficial profesional, con público, a cielo abierto, sea disputado un miércoles laborable a las 14.10 horas. Esos pocos habitan en esta latitud y longitud del Cono Sur: arguyen motivos de seguridad para semejante salvajada. Tal absurdo atrevimiento me incitó a acercarme al Estadio Monumental para seguir en carne. No fui el único. Al parecer, la afición riverplatense no encuentra trabajo, o no le interesa trabajar (efectos no deseados de los "Planes familia" o "Planes trabajar" del Estado) o, en su defecto, son todos patrones. Una de tres. Si no, alguien que me explique ¿cómo han hecho 25 mil personas para escaparse de sus obligaciones a mediodía, en pleno trabajo, y darse el lujo de seguir River-Estudiantes tomando sol a cuatrocientos metros del Río de La Plata? Buena pregunta, ¿no?

River marcha penúltimo en el torneo y su equipo juega bastante mal, según la prensa especializada. Yo observo que el monumental estadio no dispone instalaciones cómo debería, la institución tiene un pasivo de millones y su Borrachos del tablón -pese a que el hormigón lo reemplazó hace años en las canchas de Primera División- se mandan a matar por dinero y poder (todo un clásico). Su archirival, Boca Juniors, tiene una economía algo más saneada, el estado de su estadio es envidiable y este cuadro obtuvo cinco títulos continentales y dos intercontinentales más que River. A lo que se debe añadir que la hinchada de Boca, de media, lleva unas 10 mil personas más por partido que los de Núñez y el seguimiento de los medios de comunicación es ligeramente superior. Pese a ello, en el tablero electrónico de River se jacta de ser "El más grande, lejos". Lejos, por supuesto. Condición sublime les otorga la suficiencia a sus autoridades de cobrar el 5% del sueldo base en este país para ingresar al estadio a quienes no pagan la cuota mensual del club. Reitero: miércoles laborable a las 14.10 horas. Otro absurdo. ¿Acaso hay algo racional o racionado en el mundo del fútbol? Qué ingenuo soy.

El operativo de control lleva a cabo un partido homenaje a la torpeza. En la avenida Udaondo, una de las principales vías de acceso al estadio, un cordón policial cachea a los hinchas. Si uno se desvía una cuadra barrio adentro, el vallado de la Policía Federal no existe. Antes de ingresar en a cada tribuna, existe otro cacheo, no obstante. La intensidad del manoseo del agente es inversamente proporcional a la cantidad de personas que se encuentran detrás de uno, ávidos de volver a ver la postal del verde chato 3D y las tribunas semivacías en perspectiva interior.

Irritado por los elevados precios, intento infiltrarme en la tribuna visitante, la de Estudiantes, porque, sencillamente, es más barata. Y en la popular local, junto a los Borrachos del tablón, ni borracho: con aquel grupo de hinchas no comparto ni los cantos ni los escalones. No se los debe apoyar ni de esa forma. No hay suerte, al fin y al cabo, ya que no puedo instalarme en la bandeja visitante, puesto que las entradas sólo se vendían en la sede de ese club en La Plata. No queda otra, entonces, de regresar a las boleterías y desinflar la billetera. Compro un ticket en la tribuna Centenario, debajo de la tribuna a la cual pretendía ingresar. Y a casi 200 metros de los individuos que extorsionan a los otros hinchas pidiendo limosna"para aguantar los trapos". Luego, eso sí, se los ve en el Cerro Catedral de Bariloche gastando 150 dólares por día. No formaré parte de eso de ninguna manera. Grité los goles de River, lo confieso, por arrastre e inercia. Pero pensado en esta gente, hasta quizás no hubiese compartido ni el grito.

"Tuzzio no juega, porque anoche le agarro fiebre", le comenta a mi lado una chica de 15 años a otra, las dos fanas de River. ¿Cómo lo sabía? ¿Acaso llamó al teléfono privado a la mujer del defensor de River la noche anterior? Otro personaje tópico del fútbol insulta al árbitro por no estar de acuerdo con sus determinaciones en el campo de juego. Aún cuando un jugador con camiseta de River golpee un trompazo en la nariz a un contrincante a la vista de todos, la expulsión será la más injusta de todos los tiempos. Se ve lo que se quiere. Aún más, en algunas ocasiones, su mente les hace saber que la pelota del delantero rival se fue junto al palo cuando, en la realidad perceptiva, fue gol del otro equipo.

El carrilero derecho de Estudiantes, por su parte, había jugado en Boca. Para los hinchas millonarios, aquello es imperdonable y merecedor de un destierro junto a Lucífer en la Eternidad. Igual da si este muchacho es buena gente, si es solidario con la sociedad o si cumple su trabajo con honestidad y nobleza. Por siempre será un "bostero hijodeputa y boliviano". Salvo que, algún día, este muchacho juegue en River y tenga éxito. Para entonces, en cambio, le lloverán flores y aplausos.

Estas circunstancias, en cualquier otro contexto, semblarían ridículas y absurdas. Como un recital de música sin sonido.

AGENCIA TELAM

Comienza el partido a las 14.12, luego que desde lo alto de una tribuna el operador de la TV diera el okey a los asistentes del árbitro. Diez jugadores se avalanzan de forma simultánea hacia el balón. Saco la entrada de mi bolsillo y la vuelvo a mirar. Sospecho que podía haberme equivocado de deporte. Aquello, más bien, se asemejaba al rugby o fútbol australiano.

A los cuatro minutos, Estudiantes se adelanta en el marcador con un implacable cabezazo de su delantero interior. Tan contundente fue el testarazo que hasta lo pude escuchar, a unos cincuenta metros de la jugada. "Hijodeputa deja de robar", le gritó un hincha a Ariel Ortega, ídolo, a quien había vitoreado apenas salió del campo. "Andate, Daniel", exclaman a mis espaldas. Era un anciano que había derramado llantos de alegría cuando Daniel Passarella había alcanzado los títulos en la Selección argentina como jugador y en River, en este caso en el mismo campo y también como director técnico. Vaya injusticia. Este anciano, infectado con la popular amnesia selectiva del fútbol, recuerda las fechas de cada partido (hasta los entrenamientos) de River en los últimos 50 años. Y hasta puede precisar que "aquel día contra Barracas, en el 59, ganamos 7-0. Cinco de Moreno y dos de Lousteau. Ese día hizo frío y llovió mucho".

El seguir el equipo de sus amores le dio cohesión a su vida. Le organiza las semanas, le estructura sus tiempos mentales. Como me dijo una vez el fallecido periodista Juan Zuanich (un gran ser humano y ocurrente periodista) en la redacción de Olé: "La gente común no dice que tiene 40 años. La gente dice: 'yo viví diez Mundiales de fútbol'". Eduardo Galeano, Mario Benedetti y Juan Villoro, entre otras voces intelectuales de la pelota en América Latina, podrían afirmar lo mismo con orgullo. En Europa, por contrapartida, el fútbol es una práctica vulgar, coloquial. Aquel que ose comentarla será contaminado por los vicios de las muchedumbres, se piensa.

Pensándolo bien, qué aburrida y monótona podría ser la vida de millones de argentinos (y otros tanto en el mundo, desde ya) sin el fútbol. Sin el levantar la cabeza e imaginar el próximo partido de su equipo, con independencia del último resultado. La ilusión revive cada semana. El juego en sí, de lo mal que se juega a agosto de 2007, ya no divierte a nadie, reconozcámoslo. Potrero, ausente. Técnica, ausente. Elegancia, ausente (más vale volver a ver los vídeos de Platini, Francescoli o Zidane). Pizarras, ¿ausentes? Sin embargo, a 130 años de su creación, el football divierte y entretiene porque no es más que una "dinámica de lo impensado" (antología de textos recopilados por el periodista Dante Panzeri). Meses de trabajo o millones de dólares invertidos para que, luego, un petizo, rengo y disléxico consume el triunfo ajeno mediante una pifia en el último minuto del tiempo añadido.

La hinchada de River juega su propio partido de espaldas al campo. Sus cánticos poéticos hacen referencia, siempre, al propio equipo en su sentido abstracto y a las hinchadas rivales (el 90%). El resultado parecería no importarles. El orgullo recae en "tener aguante", "tener huevo" y correr a los otros barras sin ser corridos. Recuerdo que la primera vez que fui a la cancha de Boca como simpatizante de River, "mi equipo" (yo no jugué) fue apalizado por el del entonces capitán Diego Maradona (4 a 1 en junio de 1996). No obstante, uno de los muchachines con los cuales compartí la odisea al barrio de La Boca se fue extrañamente alegre de La Bombonera. "Los de River cantaron mucho más -me dijo-. El partido lo ganamos nosotros".

River derrotó hoy 4 a 2 a Estudiantes. Escribo estás líneas al mismo tiempo que los periodistas completan las páginas de Deportes en las redacciones. Fue un espectáculo entretenido y de suerte cambiante sobre el final. Hay quien dirá que los últimos minutos fueron un "auténtico infarto" (yo no he visto morir a nadie en el césped) y que "River salió de la crisis con su primer triunfo en el torneo, lo que, al mismo tiempo, dio un respiro a su cuestionado entrenador, Daniel Passarella". Los absurdos me vuelven a retorcer esta tarde. En mi caso, titularía así:

"El Gobierno continúa manipulando los índices de desocupación: 25 mil personas se congregan en un estadio de fútbol a las 14 horas de una jornada laborable"

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Y no sólo en cancha de River, hubo varias canchas más estuvieran con mucho público...

Otra: ¿por qué no publicas los textos enteros en el feed? Es muy molesto tener que hacer clic para entraraa la la página; si todos los blogs hicieran eso no alcanzaría el tiempol ni para leer cinco.

Y final: el enlace a Blog de Viajes en el blogroll, que te agradezco, esta mal hecho, falta la "r" final :)

Luci dijo...

Totalmente de acuerdo con tu exposición.
El gobierno condona multas y subsidia con publicidad a canales y medios gráficos que sean incondicionalmente fieles a ocultar la realidad.
Por eso me tocó pasar lo que pasé.
La responsabilidad de los hechos tiene nombre apellido y sociedad secreta: Aníbal Fernández (los pingüinos no ignoran porque se benefician con la estrategia).
Mariana Blanco de Telam escuchó el relato de los hechos personalmente en la sede de la Univ. de Bologna en Bs Aires.

Lu

Luci dijo...

Muchas veces se nos pasan errores (actos fallidos) sin advertirlo.
Te mando este mail (privado, no lo subas como comentario) para comentarte que "argüir" se conjuga como "huir", por lo tanto es "arguyan" y no con doble ele como figura en el texto.
Agradezco cuando me hacen este tipo de advertencias porque uno puede leer 18 veces un texto y que el error te haga pito catalán desde el otro lado de la pantalla.

Luci dijo...

Muchas veces nos estamos cruzando en los blogs de articulistas como Millás, Verdú, Azúa y leyendo a la mayoría de los que vos citás.

Es un lujo compartir tremendos autores como éstos contigo.

Ultimo beso (o tango) en Paris.

Diego Gueler dijo...

Lucía, por defecto publico todos los comentarios. Aún en aquellos en los cuales se evidencian mis equivocaciones. Lo siento.

Anónimo dijo...

¿se puede ser más aburrido?