22 de febrero de 2007

Conversación con Abdel Latif

Padre de una familia ejemplar, anfitrión transitorio. Me invita a un debate religioso-metafísico. Su meta suprema es intentar persuadirme acerca de la validez del Islam. Que el profeta Muhammad fue un visionario, sobre todo, y que mis creencias debían supeditarse a la Fe Verdadera que se deriva de las escrituras del Corán. Abdel Latif, un hombre noble y hospitalario, me cuenta que Mahoma predijo lo que hoy está ocurriendo en el mundo. Se refiere a los siete signos del fin de esta era que el profeta anunció hace unos mil cuatrocientos años. Algo así como los indicios de la apocalipsis del género humano, que luego será sucedido por una nueva época en la que todo volverá a los orígenes: Adan y Eva, el pecado original, el vale todo...

1) La liberalización de la mujer. El cambio de su vestimenta y de su apariencia (cierto).

2)La desobediencia de los hijos respecto a sus madres (sin lugar a dudas en España).

3)La construcción y/o edificación desmesurada en detrimento de la naturaleza (cierto a escala global).

4)La emancipación de la mujer. Su cambio de conducta y liderazgo en el ámbito familiar (discutible pero evidente la progresión de la mujer en la actualidad).

5)Los pobres incultos que descienden de la montaña y rápidamente se hacen ricos en la Medina, el núcleo urbano (al parecer, en este punto fue en el momento justo cuando Mahoma se tomó un litro de ron para luego prohibir tajantemente el consumo de alcohol entre los musulmanes; aunque la idea tiene algo de cierto en el presente).

6) Elevado desarrollo tecnológico, modernización (incuestionable y trasladable a la autodestrucción mediante las bombas atómicas, las que sí existen, y las guerras desenfrenadas)

7)Cuando el sol de pone por Occidente y se oculta por Oriente (alcanzado ese punto, las vacas vuelan y el acabóse).

Según cómo se lo mire, estos siete signos del fin de este mundo puede considerarse un manual de conducta para evitar el desastre. Coerción. Sobre todo, que la mujer debe quedarse en casa cocinando con la totalidad de su silueta oculta -no sea cosa de despertar las inquietas hormonas sexuales de su pareja cuando no corresponde-, utilizando utensillos del paleolítico, en una choza construida con ramas de palmera y con sus hijos atados a un árbol, sometidos a latigazo duro, para que le hagan caso. Y si al señor Sol se le ocurre salir por el oeste, que los habitantes de la costa del Océano Pacífico se vayan preparando para desayunar a las 9 de la noche.

Abdel Latif insiste. Mahoma habría descrito un fenómeno anormal. En un mar salado, un río de agua dulce divide las aguas. Abdel luego añade que el explorador marítimo Jacques Cousteau encontró tal irregularidad en una de sus expediciones. Busco en Internet esta información en fuentes que podrían confirmar este fenómeno. Todas hablan de que "podría tratarse de una coincidencia con la palabra de Mahoma". Fe versus Razón. La creencia por necesidad y lo verificable. Asunto zanjado. Cada cual a lo suyo.

Turismo en masa


La explanada de la plaza de Bab Agnaou de Marrakech es un enorme prostíbulo a la orden del turista. Narradores de historias fantásticas (como se aprecia en la foto) y épicas de la historia del Sáhara (¿serán verdaderas?), magos de toda raza y procedencia, domadores de cobras del desierto, vendedores ambulantes, hombres disfrazados de vaya a saber uno de qué para recolectar monedillas (y así evitar el trabajo), pintores postizos, mendigos con I-POD y toda clase peseteros del Norte de África. Sólo falta la gran carpa. El circo está montado.

El problema no son los turistas. Tiene todo el derecho del mundo de conocer Marrakech, el desierto de Gobi y el Malecón de La Habana. La cuestión es como su mera presencia -me refiero a sus billetes- alteran drásticamente la conducta y los hábitos de los lugartenientes. Un hombre blanco es un dólar con dos patas de acuerdo a su visión modificado del foráneo. Y no hay manera de volver atrás. Da pena. Incluso niños, en un colegio lejano al gran prostíbulo gran de Marrakech, piden dirhams a cambio de indicar adonde se sitúa la fábrica de cuero de la ciudad, una marca de la casa. Da pena. Es la moral del dinero. Es lo que Occidente ha enseñado a oriente a través de su presencia en masa.

Al fin y al cabo, lo auténtico se esconde bajo la alfombra. Sólo aflora una actuación, un montaje. Nada de lo que se ve es lo que en verdad es. Un grupo de bailarines de Fez ante turistas japoneses: sonrisas, energía, algarabía. Me lo encuentro más tarde en el descanso del show, en un rincón de la Medina. Parecían un grupo de soldados vietnamitas yendo al campo de batalla.

Por cien dólares, las compañías Ryan Air, EasyJet y Air Europa acercan a Marrakech -que acumula más turistas que el resto de las ciudades de Marruecos sumadas- a miles de ingleses, franceses y españoles. La que fuera capital imperial se abre de piernas a esta nueva clase de turismo barato y superficial. La foto en el aeropuerto, en los monumentos simbólicos para que se confirme el "yo estuve ahí", una borrachera y de nuevo a casa. Todo ello en tres, dos o incluso en el mismo día. Un londinense me contó que si tomaba cuarenta cervezas en tres días, le era más económico tomarse el avión, pagar un hotel económico y comprar el alcohol en Marrakech, a tres mil kilómetros de Londres, que hacerlo en el pub de la esquina de Huntington Street, esquina Oliver Cronwell Avenue.

A la pobre cobra del Sáhara le succionaron el veneno y, además, está sedada. El saharaui, su amo, la coloca en el cuello de un hooligan que viste la camiseta del Liverpool Football Club, emana un aliento a cerveza y la correspondiente cerveza en su mano derecha (en un Reinado de confesión musulmana, a no olvidar). El grandulón y panzón se ríe con sus amigos. La serpiente vuelve al suelo y otro saharaui toca una flauta típica del sur de Marruecos para simular que la hipnotiza y la hace danzar como resultado de la gracia de los Dioses del desierto. La cobra se tambalea, anda a los cabezazos, como los cinéfilos de la trasnoche. Piensa que, al fin, le abren las puertas del infierno. "Devuélvanme a la jaula, a la jaula", implora deseperada la pobre cobra.

La madre que los parió

Una veterana profesora de Demografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Barcelona lagrimeaba por los pasillos del recinto: sus pupilas tienen pocos hijos, o nos lo tienen, o no los pensaban tener, según opinaban en la clase. Es un mal a escala europea y de los países desarrollados (dicen que EE.UU, Japón y otras economías complices también integran con esa élite). El hombre blanco bien alimentado está en peligro de extinción en esas regiones, advierten los expertos a través de sus informes.

Pero el mundo es diverso y extenso. Y, de alguna manera, otros pueden compensar este déficit. No hay por qué preocuparse, porque Jnia ha cumplido con la función vital de la mujer catorce veces. Siete mujeres y siete varones viven en el segundo piso de la calle Malahe Darebe Alfouki del barrio, número 255, de El Jdid, en Fez (Marruecos). Después de haber visitado la sala de partos catorce veces, Jnia ya no vive para relatar su proeza. También cuentan las buenas lenguas de esta ciudad que, hace tres años, una madre del barrio parió a Benjamín, el miembro número dieciocho de la cartilla familiar.

En los países desarrollados, uno de los motivos que argullen las negacionistas de la maternidad es que no pueden mantener a los hijos no natos. En el norte de África, el poder adquisitivo medio es entre tres y veinte veces inferior al de la Liga de Países Ricos y, a pesar de ellos, arriesgan sus fichas en el tablero de la vida.

Jnia ha tenido que hacer lo que Conchita, Michelle, Adriana o Stephany están dejando de hacer. Por lo que no sabemos si habrán muchos de estos nombres en los registros civiles en cincuenta años. Los que sí completarán los casilleros hasta los pies de página serán los Ecran, Sarah, Shazmina y las descendientes de Ismael, hijo de Ibrahim.

16 de febrero de 2007

El beso de la niña


Cada semana, en cada informativo, boletín de noticias o sección de internacionales en los diarios se produce un bombardeo de imágenes morbosas, en las que, muchas veces, algún cadáver desparramado, carbonizado o descuartizado de algún niño sobresale entre algún escombro en alguna ciudad maldita de Irak u otro país árabe víctima de los desidios de Estados Unidos.

Con el objetivo de pretender transmitir una realidad al mundo, las agencias de noticias (casualmente dos de propiedad angloparlante, Reuters y Associated Press, AP) abusan de este recurso para sensibilizar a la opinión pública. Sin embargo, a fuerza de reiterar este tipo de impacto, las imágenes ya se interiorizan por el espectador con cierta naturalidad, como algo cotidiano. De manera que aquella meta original queda neutralizada, cuándo no, banalizada.

Total, los chicos que mueren en los países árabes son lejanos y ajenos a los receptores de la información en Barcelona, Nueva York, Buenos Aires o Guadalajara.

Hace unos días, conocí a un grupo de chicos que realizaban clases de apoyo en una humilde sala ubicada en el barrio antiguo de Rabat. Las maestras me invitaron un té berber exquisito, me enseñaron grafías del árabe; yo les hablé de Argentina y otros países que tuve la suerte de conocer. Las responsables, Hanane, Naima -que vestía un jersey con la insignia de la "Yihad", aunque sihn tener la menor idea de lo que es- y Jashiza, ayudan a estos niños por amor al arte, sobre todo, y, claro, por una insignificante remuneración.

Una noche, cuando acabó la clase, subí a mis brazos a un nena preciosa (de rosa en la foto), de unos cinco años, muy simpática. Regalaba besos a todos. Una barbie al estilo marroquí. Cuando la miré me acordé de los niños de Irak, de los mercenarios fotógrafos de la agencia AP. Quién sabe, pero, quizás, este barrio puede ser objetivo militar de algún ejército en el futuro. Que estos bárbaros de América del Norte son capaces de todo visto lo visto.

Estos chicos respiran, ríen, juegan, como los de cualquier otro lugar del mundo. Su vida vale lo mismo, aunque ciertos intereses no lo vean así, aunque se equipare a la de un perro. Mierda, que esta chica me dio un beso y me dejó la mejilla muy mojada. Imaginarla en plano americano junto a un coche explotado y un mercado popular despedazo me desangra, me asfixia.

13 de febrero de 2007

Historias sinfín (Rabat)

Pescadores de fibra óptica
-Yo, en España, podría hacer mucho dinero con la fibra óptica. Puedo abrir muchos puertos más rápido que cualquiera, me dice Rahman, un pescador habitual en el acantilado del antiguo barrio de Kasbah des Oudaias, al norte de Rabat, la capital administrativa de este Reinado.
-Pero tú decías que tienes dos propiedades aquí, que vives bien. ¿Por qué te vas a complicar la vida allí, si aquí tienes a tu familia, tus amigos del alma?, le respondo yo.
-Aquí yo gano 4.000 dirhams (450 dólares) por mes. Allí, ufff, podría mucho más, dice elevando su brazo, mientras prepara las próximas lombrices para la engañar a los pobres peces.
-Y cuál es sueldo medio de los marroquíes?
-750, 1000 dirhams (la hache inhalada).

En una de las zonas más agrestes de Rabat, el Consulado de España agolpa a cientos de pescadores de fibra óptica cada mañana. Dos escribas se aprovechan de los analfabetos o de los que no entienden ninguna otra lengua además del árabe o el berber para efectuarles en relleno de la documentación por 150 dirhams.


Los berber son una etnia que se originó en las montanas del centro y sur del país y de la cual desciende la mitad de los marroquíes, aunque sólo lo reconoce un 25%. Es que ser berber es una consideración colectiva de valoración opuesta a , por ejemplo, ser titulado en l'ecole des Etudes en París (que cuesta una millonada y tiene dudosa calidad académica). Creencias estúpidas hay en todas partes.

Los aspirantes a una tarjeta de residencia que les permita trabajar del otro lado del Estrecho hacen, como mínimo, cuatro horas de cola. Los formularios para poder ingresar al área de países de la Comunidad Europea, área Schenguen desde 1992, algo así como la Berlín occidental durante la guerra fría, el muro, el "ellos" y el "nosotros", prohibo pasar, del otro lado de la línea, por favor.

"España es más moderno... Mejor que aquí", coinciden en la cola, mientras el sol desayuna su piel a la brasa. Algún familiar o algún amigo les ha hablado del mundo de las mil maravillas: España, Europa. Existe una desesperación por avanzar en la cola. La mayoría lleva cuatro meses esperando el sello que un funcionario que cobra trescientas veces lo que ellos y que, posiblemente, mientras estos seres vivientes se pudren en la fila, descansa cada hora por fatiga burocrática. Al mismo tiempo que en Rabat, Casablanca y Tanger fluye el movimiento. Posibilidades pueden haber. Ocurre que en España juegan Ronaldinho y Roberto Carlos. En Marruecos, no.

Historias sinfín (Casablanca)

Como un faro
Desperté a Abdullah de su siesta, o al menos eso me hizo saber su rostro perezoso. Él es el guardia del faro de la costa de Casablanca; dos millones y medio de engranajes que hacen de ésta el motor económico de Marruecos. Le pregunto si es posible subir al faro para obtener una panorámica provilegiada de la metrópolis. "Pas problem". Con la misma llave que se utiliza desde 1914, Abdullah accede al petitorio y me abre el portón. Una rareza, un ejemplo, a sacarse el sombrero: no me pide un sólo dirham, la moneda de uso corriente marroquí, a cambio.

Los cincuenta y cuatro metros edificados justo antes de la perestroika del Imperio Otomano se sustentan en unas paredes de más de un metro de espesor. Habrá que imaginar cuánto dolor de espalda e insomnio fue necesario entonces para levantarla. Le pregunto a Abdullah, siempre en francés, la lengua cooficial del árabe en Marruecos, sobre el barrio semicerrado al cual no se me permitió la entrada. Me dice que es el quartier donde viven los empleados de la policía de la ciudad. Me prohibe fotografiarlo desde la alturas. Es evidente, a juzgar por su apariencia, que estos funcionarios públicos no gozan de un buen sueldo y unas condiciones de vida dignas. Al Estado tampoco le importa que la gente lo ande comentando como si nada en un reinado como éste. Vale aclararlo: Marruecos tiene el status de monarquía parlamentaria que pretende democratizarse, aunque si alguien se mete con el Rey Mohammed VI, aunque sea en un bar de perdidos, marcha preso.

La colosal mezquita de Hasán II se ve en miniatura. La mole que alberga 80.000 musulmanes costó unos 500 millones de dólares y para su construcción el difunto padre del actual monarca contrató a los mejores diseñadores, interioristas y arquitectos del mundo árabe. Habrá que imaginarse, nuevamente, cuántas bajas laborales y accidentes permanentes habrá significado. Todo es muy bonito para la fotito. Pero, a veces, uno debe preguntarse cómo se levantó tal o cual monumento. Es cruel. !Las pirámides de Egipto no fueron puestas con el dedo por los marcianos de la noche a la mañana; fueron hechas a base de latigazo y sangre judía!

Abdullah aún se pregunta, después de veinte años como gardien (en francés también significa "arquero" o "portero"), cómo pudieron subir por las escaleras las inmensas máquinas que hacían girar -ahora lo hace un robot autómata diminuto- el faro. Cest impossible! Tampoco se explica cómo, durante cincuenta años, el único teléfono del faro estuvo a media altura del faro, en lugar de la parte superior o en tierra. Antes se motivaba el ejercicio. Ahora con un click hasta uno puede comprar una motocicleta de Tanganika.

10 de febrero de 2007

África occidental


Barrigón, vestido con una túnica blanca y una bolsa transparente que contenía un corán y una alfombra, el hombre, como quien va por su casa, se me adelantó en la cola de la casa de cambio, a la salida de las llegadas del aeropuerto internacional de Casablanca. Sacó un fajote de billetes en dólares que estaban ocultos en el mismo saco y de muy mala manera, compró dirhams, la moneda de uso corriente en Marruecos. Justo antes de mi vuelo, había aterrizado un avión procedente de los Emiratos Árabes Unidos. Se trataba, entonces, de un petromillonario. Un barbudo que vende el combustible negro por el cual se matan cientos de personas en el mundo cada día. "Casablanca, buenas putas. Casablanca, buen casino. Casablanca, buena fiesta", me dice disimuladamente en un castellano dolarizado cuando le consulto, con buenos modos, qué vino hacer a esta ciudad.


Éste no es el único árabe con poder que viaja en busca un oasis sexual en medio del desierto coránico. Casablanca, además de estar localizada en la costa noroeste africana, enseña la faceta más occidental del continente, sobre todo en la región del Magreb. Se abre a ciertos valores que exporta el hombre blanco: negocios, libertinaje. Su occidentalismo ha madurado de tal forma, a diferencia de otras grandes ciudades que siguen la misma mímesis de Occidente, que los habitantes de Casablanca no observan a los extranjeros con extrañeza e inferioridad. También hay que tener el cuenta la cercanía con España. En medio día en coche, se llega al Estrecho de Gibraltar. A lo que hay que sumar las parabólicas -aún en los barrios más pobres, todos los hogares tienen una antena-, Internet (teclados cambiados y conexiones caprichosas) y todas las influencias de Europa y Estados Unidos que se manifiestan en la ropa, el hablar y hasta en la forma en que las chicas acosan con su mirada a los muchachos que le hacen cosquillas allí abajo.






El fútbol, por supuesto, marca la tendencia. En la Medina, el barrio más antiguo y olvidado, existe el bar del FC Barcelona, donde los fans se reunen a ver los partidos los fines de semana. Un poster de Lionel Messi es testigo de las narguilas y las tertulias futboleras. Por la calle del mercado de este barrio, una TV ilumina a unos diez muchachines que siguen un partido de equipo catalán. Están siguiendo la final de la última Champions League, jugada en mayo del año pasado. Sin embargo, estos chicos gritan al galope de Samuel Eto´o y Ronaldinho como si fuera en directo.



La eclosión de la cultura blanca, en formato redondo, ofrece momentos únicos. Sin tan siquiera hablar una lengua común, ni pensar lo mismo, ni vestir lo mismo o tener veinte años y un metro de diferencia, una pelotita de plástico es capaz de convertir a dos seres de carne y hueso que nacieron a un inmenso océano de diferencia en grandes amigos en cuestión de veinte minutos. Por suerte, además, Casablanca seguirá obsequiando persecusiones policiales en motocicleta a través de calles de metro y medio de anchura. ¿Los robos de cartera son también un invento occidental?

8 de febrero de 2007

Instántaneas

México Distrito Federal, abril de 2006




Montserrat (Catalunya), setiembre de 2006





Barcelona, agosto de 2005







México Distrito Federal, abril de 2006





Barcelona, marzo de 2006





Estadio La Bombonera, Buenos Aires (Argentina), setiembre de 2005




Estadio La Bombonera, Buenos Aires (Argentina), setiembre de 2005




Guadalajara (México), abril de 2006




Estrecho de Gibraltar, agosto de 2006



Barcelona, febrero de 2006




Barcelona, febrero de 2006



La Cerdanya (Catalunya), enero de 2006



Foto de Enric Fabre. Entrevista a Jordi Pujol, ex President de la Generalitat de Catalunya, julio de 2005




Hamal Murkus, cantante palestina. Barcelona, noviembre de 2005





Frigiliana (Andalucía), agosto de 2006.



Frigiliana (Andalucía), agosto 2006



Les Planes (Barcelona), marzo de 2006

La motivante y rabiosa medalla de plata

Peluquería vitalicia


"A la tía abuela Merce no le han bastado cuarenta años de tijeretazos en el garage de su casa. La tentación del radiante y sonriente cabello de la pequeña Cloe le ha retrotraído a un oficio que se resiste a esfumarse. Los padres de la niña asisten al emparejamiento de los pelitos de su hijita tras una merienda glotona, pero reconfortante" (Diego Gueler)
(Fotografía que obtuvo el segundo lugar del concurso "Tu mejor foto" del Magazine dominical del diario La Vanguardia (http://www.magazinedigital.com/), en el cual participaron 16.743 imágenes. El premio que me otorgaron fue una cámara digital valuada en 280 euros y una impresora de fotos digitales, de un costo de 100 euros. El ganador, por su parte, se llevó una camioneta Sköda Roomster que asciende a una media de 17.000 euros. ¿Nos les parece un tanto exagerada la diferencia entre el primero y el segundo premio?)

6 de febrero de 2007

"Señol, váyase usté pa África primero"


Una suma de equívocos, confusiones y malinterpretaciones me han depositado en una apocalíptica sala de últimas urgencias. El cóctel me lo he tomado yo, desde luego, pero también ciertos editores que, espero algún día, se arrepientan por lo obrado. O por lo no obrado, más bien. Diferencias subculturales y determinismos que afectan un desheredado en un país ajeno pasadas por alto, la falta de un trabajo digno -bien remunerado- de aquello para lo cual me he formado durante años motiva el fin de un exilio pacífico y por voluntad propia, y que ya contabiliza cinco años y cuatro meses de prolongación.

Se sabe: con un permiso de residencia de trabajo en España y un costo de vida relativamente bajo, el ahorro de dinero no es misión imposible si se dispone de voluntad y agallas para soportar al incómodo jefe o jefa. Además, la moneda Euro cotiza a la alza en los mercados internacionales, sobre todo en los países más pobres de esta deteriorada y decadente Tierra. Con lo cual, plantearse un prolongado viaje por regiones que despierten el interés de uno y que, como requisito, son países económicos, "tirados de precios", como se dice vulgarmente, es una cuestión de decisión. Y lo dicho: bajarse los pantalones durante el tiempo necesario. Yo ya me los he bajado. Ahora toca goce.

El 31 de julio de 2006, la intervención de urgencia del ex Comandante Jefe y Presidente del Gobierno Revolucionado de Cuba, Fidel Alejandro Castro Ruz, al filo de los 80 años, motivó mi determinación por idear un visita a la isla, anhelo almacenado en mi memoria secundaria desde hacía ya años. Una vez que la pasantía no remunerada en la Televisió de Catalunya (TV3) alcanzó su fecha de caducidad, a finales de setiembre, me puse manos a la obra.

No vale la pena precisar los trabajos que realicé para ahorrar el dinero; son todos anécdoticos. En cinco años, dudo que recuerde los rostros que me acompañaron en los últimos cuatro meses. Al mismo tiempo he ido recabando información acerca de la obtención del visado de periodista con el cual poder desempeñar como cronista independiente en Cuba para algunos medios escritos que pudieran interesarse en mi crónicas. Pues bien, -o mal- la solicitud no llegó a buen puerto y, siguiendo los consejos de las autoridades cubanas, habrá que esperar hasta mayo.

Con las 704 horas trabajadas a cuestas, la materia fecal soportada y el chanchito del ahorro hecho un chanchito, había que tomar una decisión. Y rápido. El invierno barcelonés me aburre y ya estoy apuntado para cobrar un seguro de desempleo. ¿Medio Oriente? El paso fronterizo entre Líbano, Siria y Jordania no está garantizado. Fiebre antioccidental en la región. Inestabilidad. Mi madre no duerme durante meses. Desechado. ¿Asia? Ya conozco el aroma y las melodías del sureste de aquel continente. El Tibet está cerrado hasta abril a causa de la nieve y desplazarse por la China capitalista no sale a cuenta. La respuesta: África subsahariana (Marruecos, Sáhara Occidental, Mauritania, Mali) y el comienzo de la África negra (Senegal, las Guineas, Burkina Faso, Costa de Marfil). Esta zona está a un paso de España, lo que equiva a poco más de 90 euros en avión. Es asequible. Tengo cobertura médica. Es que el mundo más pobre es, a mi entender, el más hospitalario y más interesante de todos los que pueda haber para un cartesiano aventurero y regateador como yo. La India y Nepal me lo han demostrado.

Una metáfora de la solidaridad internacionalista cubana en las guerras de Angola y Etiopía durante la descolonización de los años 70.

Fidel me envía a África.