9 de abril de 2007

Socialismo a la africana

África es sinónimo de hambre. Cierto. Miles de personas no tienen lo que comer. Ahora, bien, en Malí y Burkina Faso, dos países muy pobres pero no de los más pobres entre los pobres de África (Sierra Leona, Liberia; regiones con conflictos armados) los habitantes de los pequeños pueblos bien se las arreglan para subsistir con pocos alimentos y una producción agrícolo-ganadera muy básica.

El secreto no es ningún secreto: sobreviven porque lo comparten todo. Hasta la jarrita del agua con la cual se lavan los pies. Se trata de una alimentación básica, natural 99 por ciento, y equitativa. Hago una apuesta: que cualquier valiente recorra África pueblo por pueblo. Casi seguro que no pasará hambre, en Burkina Faso o en Gabón. Casi seguro que no dormirá a la intemperie. Casi seguro que no le faltará compañía y un delicioso té a toda hora.

Incluso los baños se comparten. Aún los bloques de casas de los clase media disponen de toilettes colectivos. Porque es el sentido colectivo de la vida el que los lleva adelante. Será difícil encontrar a un burkinés contemplando el bosque en soledad. Posiblemente, irá acompañado. Así todo.

Socialismo a la africana o como se llame. En determinados aspectos, ¿quién es el que debe civilizar a quién?

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