
"Que és el meu salt el meu tresor, que és la fama la meva llibertat, la meva llei la força i el vent, la meva única pàtria". Jaume Marquet, vendedor inmobiliario de 33 años en la localidad catalana de Sabadell, define así su filosofía en su página web. "Jimmy Jump" es el nombre a través del cual ha logrado, efectivamente, su particular fama en Catalunya y en todo el reino de España. En su web site hace un raconto de sus hazañas deportivas y glamurosas, así como vende una línea de productos Jimmy Jump (la camiseta negra y la "barretina", el gorro rojinegro que enseña un símbolo catalanista). Este personaje hasta tiene la osadía de incluir sus datos bancarios para que algunos de sus cientos de forofos lo ayuden económicamente para "seguir saltando".

"Algunas veces declaro, otras me cae alguna colleja (multa)... Sólo en Portugal estuve detenido dos días en el cuartelillo, a pan y agua", confesó durante una entrevista. Al parecer, el salto no le salió tan barato: 60.00 euros que jamás pagó. Su padre, quien tuvo que rescatarlo en una comisaría lisboeta, recuerda que "ya en el colegio los curas no le dejaron ir a ver al Papa porque no sabían lo que era capaz de hacer”. La abuela de Jimmy, Pepita, estaba muy disgustada tras la corrida en el estadio Da Luz. "Es un buen chico. No tiene vicios. No bebe, no fuma y no se droga, pero está obsesionado con ser famoso. Jimmy, por su parte, no tiene pelos en la lengua. "Desde pequeño siempre me colaba en los sitios, me hacía la foto con el famoso de turno. Es algo que siempre he sentido y que seguiré haciendo. Me cuelo, no pago entrada, espero el momento y salto. Es algo innato". El recuerdo de un episodio de los Simpson. Homero J. irrumpe durante un partido de béisbol. Al día siguiente, un diario virtual de Springfield titulaba: "Idiota arruina el juego".

En 1999, Jimmy intentó obtener notoriedad en la sociedad por las buenas, pero no funcionó. Se presentó como candidato a la alcaldía de Sant Quirze del Vallés (20 kilómetros de Barcelona, donde vive nuestro Jimmy) por el Partit de la Independencia. De hecho, su ingreso a los campos de juego llevan una ideología política: siempre lo acompaña una senyera catalana y símbolos independentistas. Como la gente no lo apoyó, decidió llamar la atención a través de otras vías. En 2002 se lanzó de clavado en la pileta olímpica durante el Mundial de natación de Barcelona. Semanas después, comenzó su magnetismo con las canchas de fútbol. Saltó al césped del Camp Nou desde la tribuna y le regaló una bandera -más bien un trapo de piso- a Pitu Abelardo, ya jugador del Alavés, quien se despedía de la hinchada que tanto lo había coreado durante su extensa carrera. El entonces presidente del FC Barcelona, Joan Gaspart, tuvo que mediar para que la policía lo liberara. "No lo volverá a hacer", argumentó. Nacía Jimmy Jump.



El currículum vitae de Jimmy Jump también incluye una blasfemia. Se disfrazó de peregrino y cruzó la puerta sagrada de la iglesia de Santiago de Compostela durante la celebración crisitiana del Xacobeo 2004. Otra detención, otra demora, a la comisaría, señor. Según cálculos de un periodista catalán, diferentes autoridades le aplicaron multas con importe total de 100.000 euros por haber violado la leyes tácitas en los campos de fútboly otras disciplinas. Dado que Jimmy no dispondría de dinero suficiente en su cuenta bancaria -por eso mendiga a través de Internet- y tampoco, al parecer, dispone de bienes propios, es una y otra vez decretado "insolvente" por las sentencias. En algunos casos, es más, ni siquiera hubo sentencia, ya que el imputado apela el dictamen judicial y así se ingresa en un sinfín de burocracias y laberintos administrativos. Sus allegados se escudan en que "no hace mal a nadie". ¿Y si 20.000 personas imitarán a Jimmy e invadiesen los campos en cada partido "sin hacer mal a nadie"?

En las canchas de fútbol en Europa, así como en cualquier recinto, no hay vallas ni alambrados de púa que separen al público del escenario. El que quiere meterse, se mete. Ocurre, no obstante, que en la cabeza de un europeo medio difícilmente pueda generarse esta actitud excéntrica. Jimmy sale de la norma y ha puesto en entredicho los sistemas de seguridad en los diferentes eventos deportivos y culturales. Eso nos ha enseñado la historia de Jimmy. También otras tantas moralejas, como que ocho segundos y medio de una hipotética y particular fama genera afición entre la muchedumbre, al tiempo que una gratuita detención a los ojos del mundo.
"¿Cuál es su salto siempre soñado?", le consultó un presentador de televisión. "Saltar en la gala de los Oscar, con todo el mundo pendiente del televisor en esos momentos, sería la bomba, un salto universal... Pero es muy complicado porque allí la vigilancia y el control son extremos; yo siempre me cuelo sin pagar entrada, tengo que financiarme mis viajes... Las dificultades son máximas, pero es un reto pendiente. A ver si me sale un patrocinador".