16 de diciembre de 2007

Jesús, ¿no me vende a Kaká?


REUTERS

Hace pocos días, el periodista Ezequiel Fernández Moores me murmuró por teléfono desde el despacho de la agencia ANSA: "Sin Riquelmen, Boca es un equipito...". Lo fue, en efecto, en el segundo tiempo -en el primero, todo hay que decirlo, había rendido mucho más de lo que se podía esperar- y el Milan lo arrolló a la velocidad de un tren bala japonés. Curioso que el club más pobre de los dos y que más anhelaba el trofeo embolsó menos dinero que la escuadra teledirigida por el magnate Silvio Berlusconi, al cual los ingresos que le aporta la Champions League son muy superiores a los del Mundial de Clubes. Por eso uno tiene sólidos fundamentos para dudar de la relevancia que significa este torneo en el lejano Oriente para las grandes sociedades futbolísticas de Europa. En 2000, los galácticos del Real Madrid no se dieron cuenta de lo que se habían perdido en Japón (cayó con Boca) hasta que leyeron la prensa y los hinchas merengues los increparon en el aeropuerto de Barajas.

El eurocentrismo futbolero y el calendario (hoy hubo jornada de Liga en Italia) cooperan para que el Milan celebre, sí, pero lejos de los tantísimos petardos y cánticos de jolgorio que Boca hubiese lanzado al cielo frente al Obelisco. Cultura rioplatense efusiva, frívola, sensible e irracional. Cultura milanesa mercantilizada, mesurada, fría y seria.


Siete de los 11 futbolistas del Milan que acabaron en el campo de juego superan los 30 años. La media de edad de Boca Juniors no llega a los 25. Kaladze, después de tirarle un puntapié (lo expulsaron) a Gracián, consoló a su rival con un mimo en la nuca, como si fuera su pupilo. En lo técnico tampoco hubo equivalencias. Cuartro a dos, nada que objetar. Boca puso huevo y eso cuenta muchísimo para la incomprensible, caprichosa y amnésica hinchada argentina. Tuvo un digno papel. El "gen competitivo argentino", según escribió Alfredo Relaño, en un artículo del diario As, se muestra ante cada desafío de un combinado celeste y blanco. Pero eso no importa. Mañana, la continuidad o el despido del entrenador Russo monopolizará titulares. A la guillotina. Y que pase el que sigue. Perro, perro, este fútbol. Perro y monstruo.


NUEVO LOOK RONALDO, QUE LO VIO DESDE AFUERA (AFP)


Mariano Closs y Fernando Niembro volvieron a demostrar durante la televisación de FOX Sports su incompetencia fonética (entre otras tantas). "Ahí la tiene Palacioss... Buen partido de Palacioss...". La madre de Rodrigo Palacio, en su hogar, habrá revuelto el cajón de su hijo y volvió a verificar el apellido de él en el documento. Casi se lo cree. A propósito del vicio de la ese: ¿Si Horacio Pagani, en sus columnas de Clarín, o Daniel Arcucci, en La Nación, escriben "Palacios" en lugar de "Palacio"? ¿Cualés consecuencias hubieran soportado? Les hubieran tirado de las orejas en la redacción, en cartas de lectores, llamados y en el bar de la esquina.

Qué pena que Lionel Messi no haya levantado el Balón de Oro... Pero qué bien juega Kaká (si hasta Dios le ha obsequiado más talento a Brasil que a la Argentina, ¡no es justo!). Porque Kaká "pertenece a Jesus", a juzgar por su camiseta (más bien, a los Atletas evangélicos de Cristo).

Ledesma: "Gooool, hijos de puta. Goool...", gritó el mediocampista xeneize en dirección a los futbolistas rivales (y al propio banco de Boca, por su injustificada suplencia) poco después que Boca descontase el marcador 4-2. Al cabo de unos minutos, Ledesma arrojó un planchazao gratuito y así recibió la roja directa. Y volvió a escupir puteadas. Es que si los argentinos hemos tenido en los logros deportivos uno de los pocos argumentos para jactarnos de una presunta superioridad respecto de los otros países deportivos -Marcos Aguinis nos recuerda el rol periférico de la Argentina no deportiva en el contexto internacional-, en esta ocasión no hubo ni premio consuelo. El insulto de Ledesma es un declaración de impotencia de la pequeñez argentina con relación a quienes tienen el chiringuito bastante mejor montado que el nuestro, y desde mucho antes.

Tres interrogantes me generó la final del Mundial de Clubes:

Si las listas para el torneo permitían incluir nada menos que 30 jugadores (¡treinta! y sólo juegan once). ¿Cómo pudo ocurrir que a ningún dirigente del Club Atlético Boca Juniors, ninguno, ¡ninguno!, se le hubiese ocurrido la picaresca de inscribir, aunque sea por si las dudas, a Juan Román Riquelme?

¿El Gobierno Kirchner habrá festejado la primera derrota de peso del ex mandamás de Boca y flamante Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri?

Señor Jesús, ¿no me presta a Kaká para un picadito del barrio?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Diego, ingresé de casualidad a tu blog. Van mis elogios para tu redacción y otras flores para algunos conceptos. Humildemente te propongo que releas la nota de Marcos Aguinis que linkeas, donde hace un llamado a cierto tipo de represión. Me gustaría que sea él quien pusiera los límites cuando los procedimientos sean más sanguinarios que los que la ley autoriza. En el barrio, entre barro y bochinche, se lo califica de gorila a quien opina como este sujeto.
Saludos.